Hay algo reconfortante en el hecho de introducir el concepto “casa” en las coordenadas del GPS tras un día intenso de trabajo, que supone anticipar una inminente vuelta a la calma.
Algo parecido me ocurría este sábado, cuando tras una semana de una energía descomunal tratando de resolver muchos “cómos”, llegaba a la sesión que imparto en ISDI sobre Gestión del Cambio, en la que trato de enfocarla sobre los “por qués”.
Siempre me ocurre igual al observar y disfrutar con estos perfiles profesionales tan experimentados que acuden a las clases. Percibo en ellos la satisfacción de poder durante unas horas echar el freno de mano en su día a día laboral y regalarse un rato reflexionando sobre las motivaciones de lo que hacen.
El nuevo rol del Diseño en un mundo dominado por la Tecnología
Leía este fin de semana a Danny Saltaren en un delicioso hilo de Twitter sobre el futuro rol de los diseñadores de servicios digitales, que me pareció de una sensibilidad prodigiosa, y en el que creí entrever cierta melancolía:
“Ahora todo es -mejor-, sí, pero también más estándar. Más correcto. Y más aburrido. Le pedimos a ChatGPT que no falle. Dentro de poco, le pediremos que falle. De forma aleatoria. Para que no nos descubran. Para que nadie note que dejamos de crear y empezamos a imitar. Para engañar. Para aparentar que seguimos siendo capaces. Cuando en realidad solo somos capaces de pedir. Pedirle a una máquina que sea más humana que nosotros.”
Y leyendo a Danny, no podía sino conectar con lo que había estado repasando en clase en ISDI esa mañana, y cómo creo que la IA generativa crea cosas “aseaditas”, pero no mejores. Porque algo es mejor en relación con un propósito, y ese propósito sigue siendo territorio humano.
Yo ahí me acerco bastante a Louis Sullivan y los funcionalistas que decían aquello de que “la forma sigue a la función”. Entendida la función como un propósito, el “fit for purpose“, o con ser capaz de leer y entender el contexto. Con enamorarse del problema y no de la solución. Y estoy seguro de que tras este “hype” derivado de una tecnología centrada en los “cómos”, veremos auténticas aberraciones en la ejecución provocadas por no haber entendido bien los “por qués”.
Ahí, los que llevan en esto de enfocarse en el cliente / usuario / empleado desde hace tiempo, lo harán de cine. Porque “qué buena es la IA cuando ya eres sabio“. Mi principal preocupación es cómo se formarán las nuevas generaciones que lleguen a esto.
Habrá que revisitar los clásicos
En este contexto en el que el mundo del Diseño parece perdido, habrá que arremangarse y volver a Vitrubio, el arquitecto de la Roma clásica, y revisitar el utilitas, la firmitas y la venustas.
· Utilitas – Funcionalidad o utilidad
Vitrubio decía que la obra debía de ser útil, servir a un propósito.
Cuando diseñamos productos ó servicios ¿tenemos en cuenta un diseño centrado en el usuario que busque resolver problemas reales y adaptarse a las necesidades cambiantes? ¿utilizamos los recursos de manera inteligente? ¿tenemos en cuenta una ética funcional en la que consideramos las soluciones desde el punto de vista de un impacto positivo a todos los stakeholders y no solo a intereses particulares?
· Firmitas – Solidez o durabilidad
Vitrubio afirmaba que la estructura de los edificios debía de ser estable, resistente.
Cuando planteamos nuevos proyectos ¿tenemos en cuenta que sean resistentes a crisis, disrupciones o cambios tecnológicos? ¿incorporamos dimensiones como la escalabilidad y su mantenimiento? ¿los diseñamos de forma que puedan evolucionar sin colapsar? ¿generan una fiabilidad emocional o simbólica que puedan representar confianza en marcas, instituciones o relaciones?
· Venustas – Belleza o armonía
Vitrubio recomendaba que el diseño fuera estéticamente agradable, generando placer ante su observación.
Los nuevos productos y servicios que implementamos ¿reflejan valores, identidades o historias y poseen poder simbólico? ¿desencadenan una experiencia de usuario bella desde el punto de vista visual, táctil, sonoro o interactivo? ¿su uso genera conexión emocional o sentido de pertenencia?
No sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa

Decía Ortega que el principal problema que tenemos es que no sabemos lo que nos pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa.
Yo la verdad es que soy profundamente optimista, más si cabe tras esta semana en la que he disfrutado de una conversación absolutamente fascinante sobre el “futuro del trabajo” con Alexia Cambon, responsable global de Research en Microsoft con motivo del “Madrid AI Day” y que dará para otro escrito próximamente.
Y me siento aún más optimista y aún más afortunado cuando en ese viaje de transformación de productos y servicios digitales, me veo acompañado por el equipo de Innovación y Tecnología de Ferrovial, mi sitio. Con ellos cerca, siento como en aquella canción de Paul Young, “Wherever I lay my hat, that’s my home”, o como cuando tras una dura jornada laboral conecto el GPS y escribo “casa”.

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